Por todos es conocida mi falta de puntualidad, es algo que está ahí, un hecho, algo irrefutable. Mis retrasos son tan insultantemente repetidos en el tiempo, que se están convirtiendo en algo cotidiano, algo común. En consecuencia, mi falta de puntualidad es algo con lo que, por mucho que me esfuerce, la gente que me rodea tiene que convivir.
wall&clock de Cathérine en Flickr
He intentado cientos de veces ser puntual, pero hay algo fuera de mi alcance, que por algún motivo me lo impide. Obviamente, he desarrollado un talento innato para ofrecer todo tipo de excusas, sobre todo a la gente que no me conoce demasiado. No es que me guste mentir, lo que sucede es que no quiero hacerles daño con la verdad.
Os dejo este enlace con unas cuantas excusas para llegar tarde a una cita, pero si he de escoger una, me quedo con ésta. Es sencillamente soberbia, en todas sus acepciones.
«He llegado tarde porque quería poner a prueba tu paciencia.»
David dice
Lo malo de poner a prueba la paciencia de la gente es que, cuando el vaso se desborda, a veces cae fuera más agua de la que parecía haber en un primer momento…
María dice
la gente impuntual al final te cansa. No porque no puedas esperar un poco algún día, sino porque te estan demostrando que les importa un bledo tu y tu tiempo. Lo encuentro una falta de respeto importante.
Yo no espero más de 15 minutos, a no ser que me avisen del retraso y sea por algo justificado. Y funciona. Si la gente te aprecia y te tiene cierto respeto no te joden, con perdón, teniendote esperando por ahí.
Bueno, se lo hacen al que deja que se lo hagan. Es de muy mala educación.