A nadie le gusta que le revienten su casa, eso es un hecho. La única diversión posible que podemos encontrar en una casa destrozada sólo es justificable si los desperfectos se han producido durante una fiesta, y si en la fiesta ha habido una importante cantidad de alcohol, y si la ingesta de alcohol ha desembocado en actividades tan estéticamente reprochables, pero a la vez increiblemente divertidas, como el karaoke, el limbo o la conga.
Eso sí, el bar donde voy a tomar cacharros con los colegas que ni me lo toquen.
A Dios Rogando… de Raquel Méndez en Flickr
Esto último han debido pensar aquellos que iban comentando la jugada del pasado lunes mientras veían como arrestaban a Emilio Gutiérrez (que ya aparece en la Wikipedia), al que ya algunos llaman el «héroe» de Lazkao. Ocho años de cárcel o la instancia en la Audiencia Nacional me parece algo excesivo por haber roto un par de lunas a mazazos, pero bien es cierto que muchas celdas están llenas de vándalos con delitos similares. Los comentaristas piden las condenas anteriormente mencionadas como si de orejas en festivales taurinos se tratase. ¿Se cumplirá lo que pide el respetable?
Sinceramente, me parece que no. Está muy bien aquello de equiparar actos para buscar un rasero común en la imposición de penas, eso de que la balanza se sujeta por la justicia ciega y de que somos todos iguales ante la ley. Pero parafraseando a ese-cantante-que-mete-tantas-palabras-en-una-sóla-frase, le pese a quién le pese, no es lo mismo.
Lo más reseñable, interneteramente hablando es que a muchos nos ha dado para un post, y que además los hay de todos los colores que eso siempre es de agradecer al menos para alguien que trata de ejerecer de apolítico militante:
– El tío de la maza por Dicky del Hoyo
– Todo mazado por Urtzi Jauregibeitia
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